lunes, 19 de mayo de 2014

Cuento corto: "El elefante encadenado"

"No puedo", "abandono", "esto no es para mí", "no me saldrá bien"...
 
Son los pensamientos de este tipo los que muchas veces nos atan, nos quitan las fuerzas para intentarlo, perseverar... para lograr lo que realmente queremos o explorar nuevos horizontes.
Cuando nacemos, cada uno tenemos un potencial extraordinario que a lo largo de la vida se ve recortado porque recibimos muchos mensajes limitadores que nos condicionan, ideas inculcadas y reforzadas por nuestros padres, maestros... en definitiva por nuestro entorno. Interiorizamos estas creencias, las aprendemos como si fueran verdades absolutas y ya prácticamente nunca más las revisamos ni las ponemos en duda.
 
A menudo, simplemente, somos lo que creemos que somos... así que vamos a desaprender esas creencias que nos dañan y nos limitan. ¿Por qué no reinventar nuestra historia; darnos cuenta de que siempre podemos aprender, mejorar, hacernos más fuertes y sabios... cambiar y romper las cadenas que nos mantienen aferrados al conformismo y a la resignación?
 
En el siguiente cuento* un elefante es atado a una estaca siendo muy pequeño, y después de haber intentado escapar en diversas ocasiones acaba creyendo que no puede liberarse de ella, ni siquiera cuando crece y se convierte en un elefante fuerte y poderoso que podría liberarse sin el menor esfuerzo de la pequeña estaca.


 "EL ELEFANTE ENCADENADO"

 
"Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
 
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
 
 
 
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo trozo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:–Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él.
Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía...
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree –pobre– que no puede
Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad... condicionados por el recuerdo de «no puedo»...
Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón..."
 




*Jorge Bucay ("Cartas para Damián")

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