"Cuentan que se celebró un concurso de tala de árboles, al que sólo se presentaron dos leñadores, uno joven e impetuoso y otro leñador más experimentado. El concurso duraría todo el día.
El evento comenzó y ambos leñadores empezaron a talar al mismo ritmo.
Al cabo de una hora el leñador experto dejó de talar.
El otro, se sorprendió enormemente al darse cuenta del parón de su contrincante. Entonces pensó, “¿Ya cansado? Pues yo no voy a parar... ¡Seguiré adelante y le ganaré!”
Al cabo de un rato, volvió a escuchar el sonido del otro leñador talando árboles y de nuevo pensó, “Bueno, ya le he sacado ventaja ahora con seguir a su ritmo, gano seguro.”
A lo largo del día, la historia se reprodujo cada hora: El leñador experimentado paraba un rato y el otro continuaba sin parar, convencido de que así ganaría.
Pero al terminar el concurso, para sorpresa del leñador incansable... ¡El ganador no era él!
El otro le había sacado varios árboles de ventaja.
Indignado se dirigió hacia el jurado para para reclamar:
“Es imposible, yo no he parado en todo el día y él ha parado muchas veces.
Es absolutamente imposible que haya ganado...” Decía disgustado.
En ese momento se le acercó el leñador experimentado y le dijo:
“Bueno, en realidad, todo tiene una explicación. Efectivamente, yo he parado cada hora un rato mientras tú seguías talando de forma constante.
Y si aún así te he ganado, ha sido porque cuando me paraba, descansaba un poco y también... afilaba el hacha” .
----------
Las obligaciones diarias nos desgastan física y psicológicamente...
Por eso es importante encontrar un equilibrio entre el tiempo que les dedicamos, y los instantes que invertimos en nosotros mismos, reponiendo energía, descansando, asentando ideas... y retomar así nuestras actividades con energías renovadas y quizá también con otro punto de vista más eficiente...
Es muy importante reservar espacio para “afilar el hacha”.
El evento comenzó y ambos leñadores empezaron a talar al mismo ritmo.
El otro, se sorprendió enormemente al darse cuenta del parón de su contrincante. Entonces pensó, “¿Ya cansado? Pues yo no voy a parar... ¡Seguiré adelante y le ganaré!”
Al cabo de un rato, volvió a escuchar el sonido del otro leñador talando árboles y de nuevo pensó, “Bueno, ya le he sacado ventaja ahora con seguir a su ritmo, gano seguro.”
A lo largo del día, la historia se reprodujo cada hora: El leñador experimentado paraba un rato y el otro continuaba sin parar, convencido de que así ganaría.
Pero al terminar el concurso, para sorpresa del leñador incansable... ¡El ganador no era él!
El otro le había sacado varios árboles de ventaja.
Indignado se dirigió hacia el jurado para para reclamar:
“Es imposible, yo no he parado en todo el día y él ha parado muchas veces.
Es absolutamente imposible que haya ganado...” Decía disgustado.
En ese momento se le acercó el leñador experimentado y le dijo:
“Bueno, en realidad, todo tiene una explicación. Efectivamente, yo he parado cada hora un rato mientras tú seguías talando de forma constante.
Y si aún así te he ganado, ha sido porque cuando me paraba, descansaba un poco y también... afilaba el hacha” .
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Las obligaciones diarias nos desgastan física y psicológicamente...
Por eso es importante encontrar un equilibrio entre el tiempo que les dedicamos, y los instantes que invertimos en nosotros mismos, reponiendo energía, descansando, asentando ideas... y retomar así nuestras actividades con energías renovadas y quizá también con otro punto de vista más eficiente...
Es muy importante reservar espacio para “afilar el hacha”.
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